miércoles, 14 de diciembre de 2022

Una perorata...

 

Visiblemente contrariado, el viejo se reacomodó en aquel banco de la plaza que tanto le había costado elegir, y, quitándose los anteojos, cerró el libro que traía consigo y se dirigió al muchacho que poco antes se había sentado en el extremo opuesto a él:

-¡Mire mijo! ¿Usted tiene idea de cuantas enfermedades y padecimientos se asocian con el hecho de fumar cigarrillos?

Sin esperar a que el muchacho respondiera y sin ocultar su evidente molestia, le espetó:

-¿Tiene usted la más mínima idea de cuánto dinero implica mantener tan insensato vicio cuya única ganancia está en el hecho de hacerse daño porque no se reporta ningún beneficio?

Un tanto abrumado por el ataque del viejo, el muchacho hizo ademán de levantarse, lo cual indignó al viejo hasta el punto de saltarse la respetuosa barrera del “usted” volviendo a la carga:

-¿Te molesta que te diga la verdad? ¿Tienes idea de cuánta gente lucha a diario contra su propio tabaquismo? ¡No, no lo sabes..!

Alterado ya, el viejo subió más el tono de la voz hasta el punto de hacerse escuchar por algunos de los paseantes:

-¡Y seguro que no lo sabes porque la tuya es una generación irreflexiva que no discurre en lo más mínimo! ¡Ustedes se mueven por instinto o por imitación! ¡Ustedes son el producto de la ineficacia de ciertos anticonceptivos, pero no de una voluntad engendradora! Ustedes no piensan sino en lo inmediato, en el goce del aquí y del ahora, por eso les importa tan poco su propia salud…

A estas alturas el viejo estaba enardecido y enrojecido; gesticulaba y temblaba a las puertas  de un rapto de cólera. 

Con aire indiferente el muchacho se levantó del banco, se acercó al viejo y como gesto de despedida le palmeó suavemente el hombro mientras le decía:

-¡Tranquilo, mayor! Déjelo así, no me regale nada…

El viejo, superando el acceso de tos al que sucumbió se llevó la mano al bolsillo de la camisa y junto con el encendedor sacó un cigarrillo.

Por encima del cuenco que había formado con las manos temblorosas para proteger el fuego, veía al joven que se alejaba de él como si nada hubiera pasado, como que si tal cosa. 

Estornudó, se limpió la nariz un poco y exclamó:

 -Estos muchachos de ahora, francamente…

CALIXTO GUTIÉRREZ AGUILAR

 

 

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario