martes, 27 de agosto de 2019

Un viudo de Monteverde…


En Santa Ana de Coro y sus alrededores era hasta hace poco muy común el hecho de que los varones se iniciasen en la actividad sexual no reproductiva mediante prácticas de bestialismo. Sí señor, tal cual se lee. De hecho, entre muchos corianos era muy común el refrán la primera mujer del hombre es la burra…
Uno del barrio Monteverde, dado como muchos otros de sus coetáneos a la zoofilia, se halló de pronto ante un gran predicamento: en la cercana huerta que frecuentaba se había muerto la burra que era objeto de sus tan abominables como placenteras prácticas. Unas complicaciones derivadas del parto habían acabado con la vida de la complaciente acémila que domingo a domingo se dejaba hacer “esas cosas”
Como no tenía noticias de que  la noble bestia tuviera nombre alguno,  irónicamente él la había apodado “Cielito lindo” y así, tras desfogarse con ella, salía de allí cantando por lo bajo la conocida tonada mejicana que suspira: ¡Cuando será domingo para volver! Ay, ay, ay… canta y no llores…
Es el caso de que nuestro Tarzán pervertido se llegó un día hasta la barbería del barrio necesitado de un corte y acumulando ya cinco domingos en que “nada de nada”
Cuando llegó su turno pasó a la silla.  Entre las sucesivas cepilladas del cabello, el proceder pausado del barbero y la ausencia de conversación, fue entrando en un estado letárgico en el que estuvo a punto de llegar al sueño de no ser porque entonces tuvo una repentina iluminación que le hizo recordar que la burra había parido una hembrita.
Casi se levanta de la silla al pensar en que la hija podía sustituir a la madre en la prestación de los favores sexuales que él requería. Era cuestión de acostumbrarla.
En esto, el barbero tomó un peine y le hizo caer sobre la frente el cabello del flequillo para preguntarle:
-¿Te quito la pollina?
¡Noooooooo chico!- respondió el cliente- ¿Me querés dejar viudo otra vez?

Y al desconcierto del barbero se unió la carcajada de buena parte de la clientela que por conocer bastante  bien al interpelado cliente, sabían de qué estaba hablando nuestro amigo del gusto asnal.
CALIXTO GUTIERREZ AGUILAR


miércoles, 21 de agosto de 2019

Q.E.P.D.


¡Esto ya resulta irrespirable! –suspiró ella-
¡Debo reconocer que me sofocas! –admitió él-
Y ambos murieron por asfixia, dijo el forense…