El lugar y las circunstancias imponían la discreción. No podían permitirse que aquel intercambio de información trascendiera el ámbito particular que formaban ellas dos. De sobra sabían que o aprovechaban el momento o habrían de pasar ocho días más para volver a encontrarse y ponerse al día.
Las voces habían de reducir su fuerza a lo apenas audible. Susurros, murmullos nada más…
-¿Supiste lo de la Marilyn? ¡Chacha! ¡Quién lo hubiera dicho! Resultó ser una bichita, toda una bichita…
-Yo no la aplaudo porque ajá… Él viene siendo como de la familia. Pero está muy bueno, muy bueno…
-Pero… ¿fue verdad que le quitó un apartamento?
-¡Ah pues! ¿No se la quiso echar de vivo?
-Manífica con las criaturas…
Los circunstantes comenzaban a mostrar cierto disgusto y por unos momentos se interrumpió el diálogo para volver más directo, más concreto…
-Es que Marilyn y la hija mayor de él estudiaban juntas. Así fue que la conoció…
-Pero esa muchacha también es loca… ¡Irse a vivir así nada más con un hombre tan viejo y tan feo!
-¿Y él? Enamorando esa carajita… porque para él es una carajita. Claro, la muchacha vio la oportunidad y no la perdió.
-Pero… ¿si fue verdad que le puso un apartamento?
-¡Ah pues! Para allá era que se iba él todas las semanas. Es que él tenía ese apartamento y le dijo a ella para que se mudara. Cuando resultó que se iba a divorciar, la muchacha le dijo que si no lo quería perder lo pusiera a nombre ella porque la esposa se lo podía quitar…
-¡Ay santísimo sacramento! ¿Y entonces se lo quitó ella?
-¡Ah pues!
Toda la asamblea se levantó y ellas no tuvieron otro recurso que cortar el diálogo, ponerse de pie, y unir sus voces a la de todos los que respondían:
“El Señor reciba de tus manos este sacrificio para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien; y el de toda su santa iglesia”…
CALIXTO GUTIÉRREZ AGUILAR