jueves, 22 de noviembre de 2018

INIMAGINABLE


Después de cenar se duchó y se puso el pijama. 

Volvió al escritorio y abrió el cartapacio donde iba escribiendo lo que la imaginación le dictaba. 
Un instante después constató lo inimaginable: había dejado de imaginar.
Entonces escribió: el hombre que no imagina, muere.
Y doblado sobre el escritorio lo hallaron a la mañana siguiente.
¡Quien lo hubiera imaginado!



CALIXTO GUTIÉRREZ AGUILAR. 
Noviembre 2018