miércoles, 29 de agosto de 2018

El CERETÓN…


El viejo salió de su casa y vino a sentarse junto a mí en la acera. Trajo consigo un vaso pequeño, un vasito, más aproximado a ser dedal que a ser copa. Me sirvió aguardiente y comenzó a contarme:
-¡Así como esta noche, la luna estaba clarita y se podía ver  todo en el monte! Yo sabía que no era buena noche para la cacería, pero ¿qué quieres? Él era mi compadre y yo no le podía decir que no. Además, yo no creía en esas cosas que se decían de él…
El viejo sirvió un trago. Levantó el trago a la altura de los ojos e hizo como si mirara al pasado a través del vaso.  Tras brevísima pausa añadió:
-En lo que llegamos a “Pozo viejo” me dijo que nos dividiéramos porque hasta ese momento no habíamos visto nada. Yo me quedé junto al pozo y él se fue a lo más cerrado del monte. Al poco rato, vi al conejo… Intentaba acercarse al agua y yo me cuadré con la escopeta. La luna estaba clarita como esta noche y se podía ver todo en el monte…
El viejo bebió el aguardiente, se aclaró la garganta bruscamente y siguió contándome:
-Lo tiré tantas veces como pude. Estoy seguro de que le di por lo menos una vez. Pero el conejo volvía al monte y salía al pozo. Hasta lo vi pararse en las patas de atrás, como burlándome…
El viejo hizo otra corta pausa, me sirvió un trago,  y prosiguió:
-Tentándome los bolsillos hallé la última “cápsula” y pensando en que aquello fuera cosa del espíritu malo empecé a rezar el “Creo” con la cápsula apuñada en la derecha. Entonces, antes de meterla en la escopeta la santigüé. Yo supe que le había dado en una pata de las de atrás y lo vi como renqueaba buscando el monte… Corrí dando la vuelta al pozo y por más que lo rastreé no di con él. Me dio miedo. Yo temblaba de miedo. Me olvidé de compadre y de conejo y de mundo y me vine pa la casa corriendo…
El viejo tomó de la botella un trago largo y concluyó:
-Cuando en la mañana no me pasó buscando para ir a trabajar yo no pensé en nada raro. Volví en la tarde y lo hallé sentado en el frente de su casa sin camisa y con los pantalones enrollados a media pierna. Me fijé que tenía un vendaje en la izquierda y que por encima de la venda se veía una mancha de sangre. Pero él se estiró la bota del pantalón como tapándose…
¿Qué quieres? Él era mi compadre y  yo no creía en esas cosas que se decían de él…
CALIXTO GUTIERREZ AGUILAR