viernes, 8 de julio de 2016

Él, oía voces…

Venía oteando el horizonte desde la popa del Leander.  Recordaba los clamores en una lengua que no era la suya: Liberté, égalité, fraternité... Deseaba ardientemente realizar el ideal de los clamores en su propia tierra, una tierra “nueva” donde estaba todo por hacerse. Miraba al mástil y sonreía contemplando el tricolor. Ahora sí, esta vez sí llegaría.

Puertos e islas se sucedían en su imaginación afiebrada: Londres, Nueva York, Jacmel, Aruba. Recordó la fatídica noche de Ocumare y prosiguió: Bonaire, Granada, Barbados, Trinidad. Ahora sí, esta vez sí llegaría…
Saltó a tierra. Llevaba el tricolor  al hombro como arma en descanso y creía escuchar ya los clamores en su propia lengua: Libertad, igualdad, fraternidad.
Habiendo dejado el Puerto Real se encaminaron a la ciudad. Se sentía Josué en su avanzada libertaria. También él habría de tomar  parte en el derribo de nuevas murallas…

La ciudad estaba sola. La ciudad dormía.
Muchos días estuvo tocándola al hombro, llamándola por su nombre, intentando despertarla con promesas de libertad, igualdad y fraternidad; ella como un muchacho renuente no despertaba. Pensó en su Leandro, el hijo. Se amargó pero no lloró.
Entonces, Miranda dejó quieta  a Coro, y se fue…
Calixto Gutiérrez Aguilar.