martes, 10 de mayo de 2022

Crónica: Cachano el campeón.

 Entre los corianos de otros tiempos era muy popular la práctica deportiva del boxeo. En cualquier lugar se improvisaba un cuadrilátero y se organizaban combates amateurs para deleite de hombres y mujeres que se desgañitaban aupando al púgil de su preferencia.

En las inmediaciones de la calle “El Sol” se organizaba un “ring” con cierta frecuencia y, entre otros, allí combatía el célebre “Cachano” por mucho tiempo invicto en la plaza local. Retador que le presentaban, retador que vencía.

La indumentaria boxística consistía simplemente en quitarse la camisa y en dejarse vendar las manos con trapos de diversa índole que eran revisados acuciosamente por quien habría de hacer de árbitro.

A Cachano le acompañaba un preparador físico con el que solía verse únicamente en el momento de la pelea. Cachano era un hombre no muy alto pero robusto y macizo aunque sin exageraciones.

El que hacía de empresario boxístico le dijo un día:

-¡Mirá Cachano, voy a tener que traer un retador de otra parte! Ya nadie de por aquí quiere pelear contigo.

Y así fue, de “la tierra del sol amada” trajeron un improvisado boxeador para enfrentarlo a Cachano el campeón. No se conocieron sino hasta el momento de la pelea. Eran ambos de la misma estatura y probablemente del mismo peso. Pero al retador maracucho se le notaba una  barriga de no muy firme consistencia.

Y por el altavoz se anunció el premio:

-¡Dos bolívares para el ganador! ¡Un real para el perdedor!

Dijo el preparador físico:

-Mirá Cachano, buscale la barriga siempre. Dale en la barriga y lo tumbarás…

Ni bien sonó la campana ambos combatientes buscaron el centro del cuadrilátero y Cachano saltaba con pequeños brincos que asemejaban una danza buscando su oportunidad de pegar en la barriga del contrincante.

De pronto, el zuliano, asestó un fuerte golpe en el pecho del coriano. Un solo golpe, sólido, seco, contundente, que lo hizo caer de espaldas en la lona. Cachano tosía y parpadeaba una y otra vez. El árbitro vino a contar. El entrenador se acercó también:

-¡Parate Cachano! Tú podés con ese hombre…

El aturdido campeón ripostó desde el suelo:

-¡No jooooooda! ¿Por dos bolívares?

Y con una sonrisita imposible de ocultar oyó al “referee” terminar la cuenta: ocho, nueve, diez.

Entonces sí se levantó, se retiró del ring y del boxeo.  Con él se fue también una constelación de adalides de barrio que soñaba con alcanzar la gloria a puñetazo limpio.

CALIXTO GUTIÉRREZ AGUILAR