jueves, 9 de junio de 2022

Únicamente tú...

Ahora que estoy viejo me suceden dos cosas muy desagradables: me crecen pelos inútiles en las orejas, y, por otro lado, a pesar de quererlo, en ocasiones no logro recordar lo que busco en mi memoria. No faltará quien diga que eso es algo normal. No en mi caso. Me sucede que yo en lugar de recordar, sueño vívidamente toda la situación que quise traer al presente durante el día. Eso es fatal. No evoco como cualquier hijo de vecino sino que padezco de actualizaciones. Vuelvo sobre lo vivido. No puedo recordar las cosas sino soñarlas. Luego recuerdo, pero como entre neblinas.

En estos días, por ejemplo, me detuve a pensar en qué habrá sido de la vida de Ricardo. Sé que si vive debe estar viejo, bastante más viejo que yo, pero en mis sueños es el mismo de 1970 o 1971 a punto de entrar en sus cincuenta y con esa aura de poder, encanto y misterio que lo rodeaba entonces. Era un agente de las sombras como alguien lo definió una vez ¿O habrá sido él mismo quien dijo eso? No viene al caso. Sé que no fue en 1972 porque en ese año fue aquello, lo otro, y de eso sí que estoy seguro.

En esa época, Ricardo tenía una oficina en Caracas, creo que por los lados de El Silencio. De la oficina, por un estrecho pasillo, se llegaba a un apartamento del tipo “estudio” lujosamente equipado. Comparado con otros, aquel apartamento iba bastante holgado en materia de espacio. Ése apartamento era “el cuarto de los favores” según lo llamaba Ricardo. Recuerdo claramente que por otra puerta se podía comunicar con un garaje y salir de aquellas instalaciones usando un portón de esos que llaman “santamaría” que daba hacia un discreto callejón. En razón de esto, supe que algunos llamaban a aquello “la baticueva” Esto último no estoy seguro de si recordarlo o de haberlo soñado.

Ricardo había llegado muy joven a Caracas para estudiar abogacía. Se graduó en el tiempo establecido aunque sin particular notoriedad. Pero apenas cinco años le bastaron para despegarse del terruño. No estaba particularmente enamorado de la capital sino que detestaba su provinciana ciudad de origen. A mí por el contrario, la idea de ir a Caracas me enfermaba, y lo digo en serio; ni bien llegaba, debía perder todo un día recuperándome de los malestares generales.

El caso es que, según he soñado y luego recuerdo, Ricardo, valiéndose de ciertos compañeros de estudio y del caudal de su padre se puso en contacto con una planta televisora y terminó resolviendo favorablemente algunas situaciones que comprometían a productores y artistas. En poco, se codeaba con lo mejor de la farándula nacional pero siempre tras bastidores, siempre en segundo plano, siempre en las sombras…

En “el cuarto de los favores” Ricardo escondió por unos días a un actor de renombre al que acusaron de traficante. Sé que allí también “guardó” a un productor acusado de propasarse con unas aspirantes a actrices. Un cantante que recién comenzaba a brillar estuvo en lo de Ricardo bastantes días oculto por un asunto de no sé qué cosa con una menor de edad. Ricardo decía que siempre es mejor adeudar plata que favores porque el dinero se paga y los favores no, nunca… Aunque ahora dudo de si lo dijo él o si son vainas mías.

Había un italiano (¿O era argentino?) que representaba a varios artistas venezolanos en el extranjero y era muy conocido por lo lejos que hacía llegar a sus estrellas, por usar muchas drogas, por maricón, por ir elegantemente vestido y por manirroto. Creo que más bien era español. Yo lo conocí en la oficina de Ricardo y deduje que también él era usuario de “el cuarto de los favores” y eso debió ser en 1970 o 1971. Sé que no fue en 1972 porque en ese año fue aquello, lo otro, y de eso sí que estoy seguro.

El caso es que habiendo llegado yo un miércoles a Caracas, no fue sino hasta la mañana del viernes que pude salir a ocuparme de mis diligencias y al mediodía llamé a la oficina de Ricardo para que nos encontráramos. Bueno, o tal vez haya sido que pasé sin llamar. No recuerdo bien. Ricardo se alegró de verme y en un momento nos pusimos al día. Salimos a comer algo por ahí mismo cerca y me llamó la atención el hecho de que su auto estaba estacionado por la avenida y no por el callejón. El cuarto de los favores debía estar ya ocupado o iba a ocuparse.

Como en cada ocasión en que coincidíamos, aquella vez nos emborrachamos. Ya comenzando la noche volvimos a la oficina para que Ricardo buscara no sé qué cosa y un par de botellas de whisky. Me advirtió que lo esperara ahí en el auto pero yo desesperé y al poco rato subí a la oficina. Ricardo hablaba con aquel hombre italiano (¿o era argentino?) a la puerta del cuarto de los favores. El hombre estaba sin camisa ni pantalones. Vestía únicamente unos calzoncillos y unos calcetines y se me hizo particularmente ridículo en esas fachas. Pude ver que en el sofá dos jóvenes marineros dormitaban a causa de la borrachera. Alguien puso a sonar en el tocadiscos: Únicamente tú eres el todo de mi ser, porque al faltarme tu querer…

De pronto, un cuarto hombre no muy alto, de pelo casi duro y ojos achinados, con pantalones pero descalzo y sin camisa, evidentemente borracho, llegó por detrás del español (¿O era italiano?) y lo abrazó diciendo algo que no recuerdo. Jamás olvidaré que me miró muy sorprendido. Su mirada, hizo que Ricardo se diera cuenta de mi presencia y me reconviniera para volver a la calle.

II

El mayor de mis hijos nació el 2 de julio (¿O es de junio?) y ése día mataron a Felipe Pirela en San Juan de Puerto Rico. Cuando olvido una cosa la asocio con la otra y listo, recuerdo. Sin embargo, ahora mismo, no sé a dónde iba con todo esto. Bueno…

El caso es que anoche (¿O fue al mediodía de hoy?) tuve un sueño muy extraño: Yo caminaba borracho buscando a un amigo mío llamado Ricardo que tenía unas oficinas en Caracas, por los lados de El Silencio y en un pasillo oscuro lo hallé conversando con dos hombres casi desnudos que habían emborrachado a un par de marineritos. De pronto, Ricardo se ponía furioso y me hacía volver al auto.

Desperté sobresaltado, en ése instante reconocí claramente todos los rostros: el italiano, los marineros y el otro. Recobro la seguridad de que mi hijo nació un 2 de julio y dentro de mi cabeza escucho todavía con total claridad: …”veeen, y juntemos nuestras vidas, para que vivan unidas, en un solo corazón”

Pero ¿y si no fuera un recuerdo?

CALIXTO GUTIÉRREZ AGUILAR.

 

 

 

 

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