“Cada libro que me atrae,
cada cuadro o pieza de música, me recuerdan todo lo que no he podido crear, y
me recuerdan que no tenemos la eternidad de nuestra parte”
Miguel
Gomes. EL SILENCIO DE LA NOCHE
Desde que se me da esto de escribir relatos salgo
eventualmente por las calles a hacer nada. Cuando nada me viene a la mente y la
inspiración no me llega, voy a su encuentro en la gente que frecuenta plazas y
cafés. A veces, me subo a un autobús y hago todo el recorrido de la ruta nada
más que por ver gente y comenzar a imaginar sus historias. Eso sí, evito las
conversaciones, no salgo a entrevistar a nadie. Con algunos transeúntes me pasa
que coincido más de lo que quisiera y entonces esbozan sonrisas y gestos
cordiales. Afortunadamente siempre frustro sus intentos de saludarme y
conversar. No me interesa lo que quieran decir…
Cada tanto vengo a este café donde me encuentro ahora
y no es la primera vez que veo a aquel tipo que me mira como si me estuviera dibujando
y hace apuntes -al menos eso me parece- en una suerte de block para cartas de
esos que ya no salen. Por mi parte, yo apenas levanto la mirada de mi
computador portátil.
El hombre que me mira es más bien un sujeto, un tipo,
con aire de personalidad irrelevante que apenas si pasaría percibido. Asumo que
trabaja en alguna dependencia oficial de las que abundan alrededor de este
lugar. No debe ser el muchacho de los mandados, pero, por su apariencia, juzgo
que tampoco sea el gerente o director. Es un simple tipo…
Contrario a mí, viste de jeans y zapatos casuales,
lleva una especie de suéter azul y pende alrededor de su cuello lo que asumo
será una escarapela con su nombre, número de cédula y descripción del cargo.
Por mi parte, sin que yo sea una suerte de Petronio, cuido de vestir
formalmente la mayoría del tiempo, lo cual incluye llevar pañuelo planchado y
zapatos pulidos, ocasionalmente, como no, voy de corbata.
¿Qué tanto me mira este tipo? Cuando levanto la mirada vuelve la suya al
block y esboza o garabatea. Trato de sorprenderlo y siempre hace el mismo
gesto. Confieso que ya me tiene un poco inquieto. Noto que tanto como yo, el
tipo evita el contacto con otros, no saluda, no responde.
Me parece que apenas gruñe sus órdenes al que atiende
y con imperceptibles monosílabos responde si le pregunta algo. Algo trama, no
tengo dudas, algo que tiene que ver conmigo.
Estoy decidido a darle el mismo trato que a cualquier
otro extraño si intenta acercarse a mí: fingiré estar escribiendo algo muy
importante y apenas me oferte su compañía y conversación le responderé
–evocando a Melville- como si yo fuera el mismísimo Bartleby.
¡Coño! Tal como yo lo había calculado, el tipo se
levanta y viene hacia mí…
Por alguna extraña razón, ahora este tipo con cara de
irrelevante parece sonreír mientras llega a mi mesa. Hago que escribo mientras
pienso qué debo hacer para evitar a toda costa una conversación con él.
Llega, afortunadamente no me dice nada. Y pone frente
a mí su hoja con este relato…
CALIXTO
GUTIERREZ AGUILAR
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