sábado, 18 de enero de 2020

Chisme palatino…


Impelido por la directiva nacional de su partido, el senador andino que había sido presidente de la republica una década atrás, se llegó hasta el palacio presidencial que ahora habitaba un cierto galeno, compañero suyo, de quien se decía que  iba un tanto desacertado a causa de la maligna influencia, dominio más bien, que ejercía sobre él su secretaria privada.
La señora en cuestión, según rumores, llegaba en ocasiones a vestir traje militar de campaña y ostentaba una suerte de grado secreto de coronela o generala según quien cuente el cuento. El senador andino llegado al palacio tuvo tiempo para mirar desde lejos los ademanes despóticos de la doña que despachaba con más bríos que cualquier odioso sargento. Cuando él se hizo notar, la señora se adelantó a saludarlo y muy tajantemente le dijo:
-¡Ya el presidente va a recibirlo! ¡Espéreme aquí!
Acto seguido la señora secretaria (¿coronela o generala?) abrió la puerta del despacho presidencial y el senador andino escuchó claramente cuando ella dijo al presidente de la república quién había llegado. Al senador andino le incomodó el que ella lo nombrase usando sus dos nombres omitiendo su apellido así sin más, como si entre ellos hubiese confianza y trato amistoso.
El presidente se puso en pie, del tocadiscos venía Sadel  suplicando “y aunque sean tonterías, escríbeme”
Tras el abrazo inicial y los saludos correspondientes vino la oferta de escocés que el senador andino rechazó dado que aún no eran las diez de la mañana. El presidente de la república no insistió y siguió sorbiendo el que ya tenía servido.
Unos cuarenta minutos duraría el encuentro, y en ese lapso, la ya conocida secretaria (¿coronela, generala? ¿concubina, abogada?) interrumpió en tres ocasiones con leves toques de puerta, una petición de permiso casi inaudible y plantándose frente al presidente de la republica quien firmaba todo lo que ella le ponía delante sin fijarse.
Ya para despedirse el senador dijo:
-Las elecciones son el año que viene. El candidato nuestro soy yo…
El presidente no quiso ahondar en detalles. Se levantaron al unísono. Se abrazaron de nuevo y el senador dijo:
-¡Te equivocaste! ¡A las mujeres siempre se les da joyas; pero nunca se les da poder!

Postdata: Solamente en la imaginación de un lector malintencionado el precedente relato ficticio puede asociarse con hechos realmente acaecidos.

Otra postdata: La postdata anterior forma parte del cuento.
CALIXTO GUTIÉRREZ AGUILAR



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