Habiendo
nacido en abril de 1922, tenía cincuenta años cuando fue destinado a Santa Ana
de Coro el año en que yo nací. Salesiano al fin, tuvo como destino el Colegio
Pio XII. Aunque no era su perfil, debió especializarse en biología para ser
profesor de ésa catedra por muchos años. Regentó la iglesia de San Gabriel,
levantó el moderno templo parroquial de san Juan Bosco y jugó un papel
determinante en la constitución de la comunidad parroquial de Cristo Resucitado
en la urbanización Independencia donde yo lo conocí alrededor de 1978.
Era
caraqueño, de San Juan, y se llamaba Emilio Rodríguez Regalado; aunque se lo
conocía simplemente como el padre Emilio.
Escribió
y publicó dos folletines: “Encontré a mi madre” una serie de testimonios y
afirmaciones piadosas sobre la virgen María, y “Un cura chévere” sobre san Juan
Bosco.
En
sus clases llevó hasta el extremo aquella afirmación según la cual si uno no lo
recuerda es porque no lo sabe y derivó en un verdadero fanático del “caletre”
Tenía
fama de poseer un carácter brusco, cortante; era poquito de paciencia y solía
tener siempre a mano una salida ocurrente. Amén de ser conocido por contar
chistes malos y hacer charadas peores.
Pero
es el caso de que cuando se acercaba la década de mil novecientos noventa
comenzó a padecer molestias en una de sus piernas que lo convirtieron en un
visitante recurrente del consultorio de un reputado traumatólogo coriano con
fama de buen médico y de católico piadoso. La pierna se hinchaba sin dolor
alguno desde la cadera hasta la totalidad del pie.
Grageas
e inyecciones, unturas y flexiones, reposo y hasta una media elástica de
compresión se utilizaron en vano porque tras una mejoría aparente, aquí volvía
la inflamación de la extremidad inferior como si nada se hubiera hecho por
remediarla.
Según
me refirió él mismo, cansado ya de tanto tratamiento infructuoso increpó al
doctor sobre el origen de aquel mal, y el médico, agotadas sus copiosas
lecturas, sus hondas investigaciones y sus sesudas reflexiones se decantó
porque aquello era atribuible a meras cuestiones de la edad.
-Se
equivoca usted, mi querido doctor –aseveró sereno el padre Emilio dispuesto a
salir de la consulta.
-¿Por
qué no habría de serlo? –preguntó el médico.
-¡Porque
la otra pierna tiene los mismos años que ésta y no se me hincha! –respondió el
padre.
En
1989 se le ordenó al padre Emilio dejar
el colegio Pío XII e irse a la Escuela Agronómica de Barinas y de allí
pasó a Caracas.
Tristemente,
en la ciudad capital le abandonaron la cordura y la alegría y fue apagándose de
a poco hasta que murió un día de mayo lejos de su querida Coro, ésta ciudad cada
día más achacosa dizque por cuestiones de la edad…
CALIXTO GUTIÉRREZ AGUILAR.