lunes, 27 de abril de 2020

De tocayos y dichos…



Habría sido mejor distinguir entre dos tocayos usando el apellido de cada uno pero en mi pueblo las cosas no se hacían así. Siempre que hubo dos o tres hombres con igual nombre se apelaba al nombre o al apodo de la mamá para discriminarlos. Eso tal vez siguiendo el principio de que como decía Misia Carmelina “el hijo es de la madre”
Así, de los dos “Luis” que yo recuerdo, uno, era Luis el de Petra, y el otro, Luis el de Ramona. Con los “Juan” sucedía que uno era Juan el de Crisanta y el otro era Juan el de Natividad. Manuel el de Esmeralda tenía un tocayo en Manuel el de Jacinta.
Los “José” representaban un problema mayor porque este nombre es tan común que siempre hubo muchos con este apelativo. Pero en mi pueblo lo resolvimos del modo que ya he venido contando.
Ahora bien, si un hombre llamado Pedro tenía un hijo y le heredaba el nombre, el hijo pasaba a llamarse automáticamente “Pedrito” y de nuevo el nombre de su mamá servía para distinguirlo de algún otro en la misma situación.
Cuando pasó lo que pasó yo no había nacido. Y por esa época había dos “Pedrito” en el pueblo: uno, el de Marcelina, y otro, el de María Dolores.  A ésta última, por si no le hubiesen faltado achaques a lo largo de una existencia penosa, había que sumarle el carácter tarambana de su “Pedrito” cuya mejor descripción parecía hallarse en el corrido de Juan Charrasqueado: borracho, parrandero y jugador…
Pero Pedrito el de Marcelina era un hombre a carta cabal. Ninguno más responsable y trabajador, ninguno más pulcramente vestido y ninguno otro con mejores modales; no digo en mi pueblo solamente sino en varias leguas alrededor. Ya en edad de amores y pensando en “sentar cabeza” se puso de novio con Mercedes, la nieta de un viejo español que había sido un próspero comerciante de víveres, agricultor y criador de numerosos rebaños caprinos. Mercedes, dicen, era preciosa “si hasta se parecía a la estampa de Santa Cecilia” –afirmaba Misia Carmelina-
Decían también de Mercedes que era un tanto casquivana y que por ende el compromiso con Pedrito el de Marcelina trajo no poco contento a su ya preocupada familia. Ni bien el muchacho se acercó a la casa dejó claras sus intenciones de matrimonio. Un par de meses después formalizaron el compromiso con el consabido “cruce de aros” que por entonces se estilaba. La boda se realizaría el siguiente 22 de noviembre o en fecha muy cercana aprovechando que vendría el párroco para nuestra fiesta patronal.
Por el pueblo a mediados de octubre no se hablaba de otra cosa que de la boda en cuestión, y no faltó quien sugiriese que tal vez, Pedrito el de Marcelina debía pensárselo mejor porque Mercedes podría haber vuelto a las andadas. Pero usted ya sabe cómo somos los de pueblo…
El día en que comenzó la novena a Santa Cecilia se armó el revuelo en casa de Mercedes cuando se supo que estaba esperando un hijo de Pedrito -como tímidamente había respondido la muchacha al ser interrogada por su padre-
-¡Bueno! ¡No será la primera ni la última que se case preñada del novio! –admitió el ofendido suegro.
-No papá, es de Pedrito el de María Dolores –admitió la joven embarazada.
Por supuesto que aquello tuvo para ambas familias la magnitud de una vergonzosa desgracia. La tan comentada boda fue suspendida.
Y así, Pedrito el de Marcelina parado a la puerta de su casa vio como el carro de la familia de Mercedes se estacionaba frente a la Jefatura Civil aquel viernes 21 de noviembre –vísperas de Santa Cecilia-  como a las diez de la mañana, a cuyas puertas esperaba el otro Pedrito un tanto descompuesto por la juerga de la noche anterior.
Pedrito el de Marcelina entró a su casa y halló a su madre en el patio. Se sentó junto a ella con el rostro demudado por la cólera que lo consumía. Marcelina no se atrevió a preguntarle nada, pero el sólo rompió el mutismo en que se hallaba desde hacía varios días:
-¡Hay que ver que es verdad lo que dicen! ¡Al marrano ciego le guarda Dios la mejor mierda!

Podría haber hecho un gran escándalo, pero usted ya sabe cómo somos los de pueblo…
CALIXTO GUTIÉRREZ AGUILAR






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