martes, 10 de diciembre de 2019

Epilepsia...

Al poeta César Seco
Me sucede como a los viejos marineros:
adivino en el horizonte la tormenta.
Me aterro, transpiro, me apuro.
Tengo la agitación de un viejo barco:
Todo en mí es arriar de velas y rugir de jarcias.
Todo en mí es grito de espantada tripulación.
Tengo miedo a mi tormenta…

Vivo con una tormenta dentro de mí.
Llevo conmigo una furia de tifón,
me azota una tempestad particular, mía.

Apuro el paso por la calle, advierto la tormenta en mi horizonte interno.
Tengo el tiempo justo para entrar a casa.
Sucumbo…
Oigo o escucho o recuerdo: convulsión, dolor,
graznido, lengua, ataque… ¡Dios mío!
Me poseyó la tormenta…

Me eleva con su fuerza ciclónica:
Miro desde arriba que estoy allá abajo, vuelo en la tormenta…
Cual cetáceo gigante  me engulle la tormenta, soy Jonás.
Desde el vientre oscuro de esta fuerza miro hacia arriba y estoy allá.

Soy hoja frágil en medio del huracán.
Soy también pesado lastre.
El viento no puede conmigo mientras sucede la tormenta.

Y la tormenta pasa, al fin pasa.
Como la tierra, tardo días en recuperarme,
Como la tierra, he quedado herido.
Entonces intento la alabanza,
me niego al reproche y a la invectiva,
y oigo o escucho o recuerdo:
“Elí, Elí…¿Lamá sabactaní?”

Muchos días después, tecleo frente al ordenador:
cauteloso me levanto, busco la cama, transpiro, me aterro;
un ángel compasivo me acompaña, se conduele…
Me sucede como a los viejos marineros: adivino en el horizonte una nueva tormenta…
CALIXTO GUTIÉRREZ AGUILAR.


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