Medina,
calibrando el carácter delicado de la situación, grabadora en mano entró para
proceder con el interrogatorio inicial que daría pie a las primeras fases de la
investigación. Encendiendo el pequeño aparato lo puso sobre la mesa:
-¿Qué
edad tienes?
-Dieciocho…
los cumplí hace una semana.
Medina
hizo un esfuerzo por sobreponerse a la mezcla de sentimientos que lo azoraba.
Oír que eran apenas dieciocho años lo transportó a su pueblo natal y trató de
recordar qué cosas le ocupaban a él por aquel entonces. Tiene la edad de mi
sobrina Julia –pensó Medina-
-¿Y
hace tiempo que estás en estas cosas?
-
Sí, más o menos… yo la primera vez que lo hice no tenía ni quince años.
Medina
recorría discretamente aquel rostro juvenil guardándose de que la mirada delatara su asombro, su
consternación.
-Pero…
¿andabas con alguien?
-Sí… con un señor que le decían “El Mocho Miguel”
-¿Y
cómo fue que llegaste con ese hombre?
-Yo
andaba en la calle: dormía en la calle, pedía comida, a veces robaba. El mocho
me dio donde vivir, y bueno… lo demás vino solo.
Medina
contemplaba que aquel rostro mostraba todavía eso que llaman “las redondeces de
la niñez” y que de la recién superada pubertad aún se conservaban ligeros
vestigios.
-¿Cómo
fue tu primera vez? ¿Cómo te sentiste?
-Fatal…
Sin más que me muero. Menos mal que ya en la casa El Mocho me dio ron. Tomamos
mucho ron, como dos días. El Mocho decía que el ron no ahoga las penas sino las
culpas. Entonces cada vez que yo hacía el trabajo, bebía con él…
-¿Trabajo?
-Sí
señor. Esto también es un trabajo. Es un trabajo sucio, pero alguien tiene que
hacerlo ¿No cree usted?
Medina
no respondió a eso
-¿Por
qué te metiste en esto?
-
¿Por qué cree usted? ¡Por la plata! ¡Por la necesidad!
-Podrías
haber trabajado en otra cosa…
-No
se gana igual. Ni se gana tan rápido…
El
rostro, hasta hace poco inocente, cobró dureza y frialdad. Medina apagó la
grabadora e hizo señas al espejo de doble vista para que le abrieran la puerta.
Lo había invadido una sensación de derrota que le hacía pesado moverse para
salir: nunca antes había conocido un sicario tan joven.
CALIXTO GUTIÉRREZ AGUILAR