Al llegar a casa, el hombre cansado pensó en escribir una
historia titulada con el nombre de la muchacha. Desistió rápidamente al concluir
que ella podría leerla, enterarse de todo, y asustarse. Sentado a la orilla de
la cama se deshizo de la camisa y soltó las trenzas de sus zapatos. Una vez
descalzo, procedió a quitarse los calcetines y luego se quedó con ambas manos
puestas sobre las rodillas.
Ceñifruncido, el hombre pensó en la muchacha y calculó
los años que lo separaban de ella. Sin mudar su ademán, exclamó: ¡Bien podría
ser mi hija!
Se rindió a su propio peso y se dejó caer de espaldas
sobre la cama con los brazos abiertos. Pensó de nuevo en la muchacha, recordó
que podría ser su hija y entonces, para que nadie (ni siquiera él mismo) lo
oyera, siguió pensando: ¡Bien podría ser mi hija! ¡Pero no lo es!
Y con esta última conclusión, el hombre, sonriente, se
quedó dormido…
CALIXTO
GUTIERREZ AGUILAR