El
célebre paseo de Rafael Escalona llamado “La Custodia de Badillo” tiene una estrofa
que comienza diciendo así: “Ahora si estoy convencido que eso de la fama, no
deja de ser un problema para quien la
tiene…” y si esto no fuera tan cierto como lo es no habría ocurrido lo que
paso a contarles…
En
el barrio coriano de Monteverde, el joven Nito tenía fama de ser “un muchacho
mala costumbre” que es como usualmente se denominaba a los rateritos de poca
monta.
Nito
era ladrón así sin más. Ya por necesidad, ya por vicio; Nito era responsable de
la mayoría de las raterías que en el populoso sector se cometían. Tenía pues la vergonzosa distinción de ser el ratero del barrio.
Si
se lo identificaba como autor material de algún latrocinio casi de inmediato
iba a dormir su par de noches a la sede de la policía, amén de recibir una
remecida ración de pescozones y planazos. Muchas veces bastaba con ir a su casa
para encontrar lo que se había perdido de los solares y las casas vecinas en la
noche anterior.
Con
el tiempo, nuevos rateros se incorporaron a la actividad delincuencial en la
zona y plantearon seria competencia a nuestro consabido amigo de lo ajeno. Y
sucedió que en una ocasión habiendo ocurrido un grave robo en el cual nada tuvo
que ver, igualmente fue encarcelado. Pero esta vez, harta la gendarmería de
verlo entrar y salir de la comisaría sin asomos de enmienda; se excedieron en
lo de la tunda y en cuanto a los días de encierro.
Antonio,
un vecino de Monteverde que se dedicaba al comercio de diversos géneros
recorriendo la geografía falconiana, bajó de La Sierra cargado de toronjas. En
principio no quería comprarlas, pero el cultivador insistió tanto y se las dio
a tan buen precio que no le quedó otra opción. Camino a Coro pensaba Antonio
qué hacer con tal cargamento. Sin embargo, para la irrisoria suma que había
pagado por ellas tanto daba como si se las hubiesen regalado. La tarde en que
Antonio regresó con las toronjas coincidió con la salida de Nito de la cárcel…
Por
la noche, cuando el vecindario dormía, los recién incorporados rateros hacían
de las suyas con la carga cítrica mientras Antonio cansado dormía
profundamente. Tan cansado había llegado a casa que no tuvo tiempo para descargar
el camión que había dejado en la calle.
Pero
acostumbrado como estaba Nito a los paseos nocturnos, no tardó en darse cuenta
de lo que acontecía con las toronjas y comenzó a dar voces de alerta ante las
cuales los ladrones emprendieron la huida. Se acercó a la ventana de la casa de
Antonio y comenzó a susurrar:
-¡Toño!
¡Toño! ¡Paráte Toño que se están robando las toronjas...!
Disgustado,
desde adentro Antonio interrogó:
-¿Quién
es?
¡Soy
yo, Nito..! –Respondieron desde la calle-
¡Dejá
que se roben esa vaina! - repuso Antonio enfadado-
A
esto replicó Nito recordando su última estadía en la comandancia:
-No
Toño… ¡Es que después van a decir que soy Yo..!
Porque
al final Escalona tenía razón, y la fama es un problema para quien la tiene…
CALIXTO GUTIERREZ AGUILAR
(re-editado en septiembre de 2.018)