El viejo salió de su
casa y vino a sentarse junto a mí en la acera. Trajo consigo un vaso pequeño, un
vasito, más aproximado a ser dedal que a ser copa. Me sirvió aguardiente y
comenzó a contarme:
-¡Así como esta noche,
la luna estaba clarita y se podía ver
todo en el monte! Yo sabía que no era buena noche para la cacería, pero
¿qué quieres? Él era mi compadre y yo no le podía decir que no. Además, yo no
creía en esas cosas que se decían de él…
El viejo sirvió un
trago. Levantó el trago a la altura de los ojos e hizo como si mirara al pasado
a través del vaso. Tras brevísima pausa
añadió:
-En lo que llegamos a
“Pozo viejo” me dijo que nos dividiéramos porque hasta ese momento no habíamos
visto nada. Yo me quedé junto al pozo y él se fue a lo más cerrado del monte.
Al poco rato, vi al conejo… Intentaba acercarse al agua y yo me cuadré con la
escopeta. La luna estaba clarita como esta noche y se podía ver todo en el
monte…
El viejo bebió el
aguardiente, se aclaró la garganta bruscamente y siguió contándome:
-Lo tiré tantas veces
como pude. Estoy seguro de que le di por lo menos una vez. Pero el conejo
volvía al monte y salía al pozo. Hasta lo vi pararse en las patas de atrás,
como burlándome…
El viejo hizo otra
corta pausa, me sirvió un trago, y prosiguió:
-Tentándome los
bolsillos hallé la última “cápsula” y pensando en que aquello fuera cosa del
espíritu malo empecé a rezar el “Creo” con la cápsula apuñada en la derecha.
Entonces, antes de meterla en la escopeta la santigüé. Yo supe que le había
dado en una pata de las de atrás y lo vi como renqueaba buscando el monte…
Corrí dando la vuelta al pozo y por más que lo rastreé no di con él. Me dio
miedo. Yo temblaba de miedo. Me olvidé de compadre y de conejo y de mundo y me
vine pa la casa corriendo…
El viejo tomó de la
botella un trago largo y concluyó:
-Cuando en la mañana no
me pasó buscando para ir a trabajar yo no pensé en nada raro. Volví en la tarde
y lo hallé sentado en el frente de su casa sin camisa y con los pantalones
enrollados a media pierna. Me fijé que tenía un vendaje en la izquierda y que
por encima de la venda se veía una mancha de sangre. Pero él se estiró la bota
del pantalón como tapándose…
¿Qué quieres? Él era mi
compadre y yo no creía en esas cosas que
se decían de él…
CALIXTO
GUTIERREZ AGUILAR