Cuando
llegaron al auditórium, ella fue abordada por mucha gente que la saludaba. A
él, en cambio, era preciso presentarlo a cada paso. Como de costumbre, el acto
tardaba en comenzar y ella se dio a departir amablemente. Pedía
opiniones, argüía; reía, asentía, negaba, aceptaba, refutaba…
Al
iniciarse la conferencia ella tomo asiento y él la rodeó tiernamente con su
brazo.
La
exposición de argumentos avanzaba pesadamente y él tomó con delicadeza la mano
de ella para depositarle un suave beso que la enterneció todavía más.
Cuando
ya se aproximaban a las conclusiones, él
susurró algo al oído de ella que la hizo ruborizar un poco. Cuando ella giró la
cabeza para mirarlo, él le planto un
besito furtivo en los labios: rápido, sin ruido, pícaro… y ella se ruborizó al notar que varios en la sala lo
habíamos visto.
Al
término del acto, él sostenía su mano entrelazando los dedos de ella. Todos
notamos que eran “algo”
Se
marcharon.
Una
vez traspuesto el umbral de la casa ella vino a enlazar sus brazos al cuello de
él. Displicente, él deshizo el lazo. Con aire casi insolente esquivo el beso
que ella le ofreciera.
Ya
estaban en casa, ya no tenía que dejar claro a nadie que ella era suya…
CALIXTO
GUTIERREZ AGUILAR
DICIEMBRE/2016